De cada una de las conversaciones lanzada al mundo vienen más ideas…. Una idea llega de otra idea y hace surgir otra idea
Sam Gould, red76
Todo el trabajo de red 76 se basa en la idea de “conversación”. El punto de arranque pues podría ser la estética dialógica de la que habla Kester, aquella que focaliza el trabajo en el mismo conversar, la obra es la conversación, el diálogo, la comunicación. Desde allí se genera una red de articulación continuada y orgánica. Un fluir ya independiente de la salida inicial, una articulación social y política. Quizá en palabras de Claramonte, hablaríamos de un propósito modal con esa articulación como meta final. Las conversaciones, a la Wateau, se organizan y desde ellas, una vez grabadas o trabajados, se expanden en la web, o con otras experiencias sociales presenciales o con los media en su más amplia significación.
Los espacios de conversación propuestos regresan a esa idea educativa que dieron origen a los primeros salones, la idea es generar un espacio donde todo el mundo “quepa” (FIT). Y generar un caber en torno a la misma discusión de la autonomía y de la misma autoría, compartida. Todas las narrativas puestas en circulación basan sus retóricas en estas pretensiones, generar individuos capaces por si mismos de ser, comprender y aprender. Generar canales de permanente comunicación y mutación, de movimiento constante.
La conversación perseguía revalorizar el talento de cada uno de los participantes, involucrando a todos en el placer del juego
[1] Craveri, Benedetta
Como ya buscaran los primeros salonnières, o pobladores de aquello que se vino en llamar “el mundo”, aquel lugar de politesse, de esprit, de galanterie, de complaisance, enjouement y flatterie, la función mayeútica[2], estaba en el aire….. “necesito que me ayuden y me intuyan para poder entenderme a mi mismo”. Sin embargo, diverso a esta idea generativa y ciertamente política de red76, en los originarios salones aristocráticos la política, y la religión, eran asuntos prohibidos, como apunta Robert Darnton, “era prerrogativa exclusiva del rey, era el “secret du roi”, una noción derivada de la visión tardomedieval y renacentista, en base a la cual la política era un arte reservado a los soberanos y a sus consejeros. [3] En los salones se hababa de: “La bagatela, la ciencia/las quimeras, la nada, bienvenida sean. Declaro/que todo cabe en las reuniones: /como un bancal, donde Flora esparce sus bienes; / en distintas flores la abeja se posa, y con todo hace miel” [4] (bueno algo terrible este La Fontaine, en fin)…. Ahora bien, esto que se supone que no es hacer política estaría por ver. De todo se hablaba en aquellos espacios generativos, de todo y a veces de asuntos prohibidos o, digamos, divergentes a la visión del rey y su poder centralizado y absoluto. Los salones serán el refugio de una clase en vías de desaparición, la aristocracia. Allí se elabora su código identitario al tiempo que su afán educador abría la puerta de cierta “elegante disidencia” a todos aquellos que así lo quisieran y estuvieran dispuestos a estudiar y elaborar un código de conducta acorde con las reglas allí prescritas. Vale que esto suena demasiado pero no perdamos de vista que se trataba de auténticas esferas públicas de resistencia pues se alejaban de la corte y de su jerarquización y verticalidad. Los salones habían de ser constituidos por sus habitantes, más o menos asiduos, bajo la más estricta “reciprocidad”, allí un plebeyo podía tratar a un duque de tú a tú sin problemas, siempre que su inteligencia estuviera lo suficientemente afilada para seguir los ácidos discursos. La mezcla social, la movilidad al cabo, será, realmente, lo que alarmará al poder central y no tanto los ritos aristocráticos que eran, día tras día, cada vez más inofensivos, al menos en un corto plazo. De hecho la misma autora se contradice pues apunta en la introducción del libro. “… la conversación mundana se convirtió en un lugar de debate intelectual y político, en la única ágora a disposición de la sociedad civil”[5]
Lo que si interesa es la idea del juego, de la conversación como un divertimento. En este juego se combinaba la huida del mundo, en ese triunfo del artificio, con una educación para valerse en el mundo. Los salones del XVII y del XVIII eran muy contradictorios, sin duda exquisitos y elitistas, pero la idea que subyace tanto a las conversaciones de red76 como a aquellas de la mítica estancia azul no varían tanto. Los californianos hablan de “educación” como de un movimiento permanente, una movilidad de las ideas que son lanzadas y luego hacen su camino, siempre imprevisto y siempre en permanente expansión. Serían, en ambos casos, “experiencias articuladoras: una suerte de elemento orgánico que se pone en funcionamiento en los intersticios o los espacios de tránsito, como los llamarían Bourdieu o Marx, en los huecos y en los recovecos…. Una experiencia articuladora que será luego reapropiada, diseminada, descontrolada…”[6], a decir de Claramonte.
La idea que sustenta a la politesse, ese conjunto de Reglas en las que se basará la vida mundana, pretendían garantizar la dignidad de cada cual. La crisis de identidad de una casta, la aristocrática, los lanzó a la génesis de estos espacios. Nos cabría preguntarnos sino es también esa misma crisis en la definición de ciudadano y de público, o de animal público, como lo llamará Delgado, lo que hace que varios colectivos artísticos, red76 en este caso, quieran generar esos espacios de debate, como unas pequeñas esferas públicas de autonomía contagiosa en permanente expansión. Al cabo los espacios de los salones pretendían también ser espacios autónomos de libertad, al margen de la corte y sus exigencias, allí se gestará la urbaniè y la civilitè, términos estos más referidos a un modo de relacionarse que a ninguna otra cosa. Allí se relacionaba uno con un lenguaje común, común a hombres y a mujeres, un lenguaje de los dos sexos capaz adscribirlo a uno a una casta, casta esta que se habría de diferenciar por el arte de la palabra. Hablaríamos en este caso de una autonomía ilustrada, y no tanto modal, claramente estratégica, y más pendiente de las formas que de otra cosa. Una suerte de situacionistas antes de los situacionistas, una esfera pública clausurada sobre sí misma y exquisita. Pese a ello, el afán educador, paradójicamente educador, estará presente en la agenda de los asiduos a los salones. Al final, este orgullo identitario, este orgullo de casta consiguió que los habitantes del “mundo” sacrificasen sus sentimientos individuales más violentos, incluso sus aspiraciones más profundas, y recibieran en cambio el derecho a la ciudadanía en un mundo de placer, de diversión, de distracción. Un mundo de afines donde las únicas leyes que inspiraban respeto eran las que dictaba el entendimiento común.
(De hecho ese es el quid de los salones, ¿Cómo hacer un modelo de conducta distinto que aúne la paradoja de una ideología palmariamente elitista con una vocación sumamente pedagógica?)
Y ese entendimiento común, ese modo de relacionarse contagioso de mutuo respeto y enriquecimiento también mutuo, es el que mueve al colectivo red76 en sus propuestas. El afán educador, en expansión horizontal permanente y orgánica, pretenden activar este entendimiento mutuo. Por ejemplo el proyecto “A/A/A” hizo que a partir del encuentro de determinados individuos se crease un colegio, se construyese efectivamente. Los participantes diseñaron y construyeron el colegio, crearon un blog y una web, un espacio de debate virtual amplificado y en permanente crecimiento y un espacio físico de encuentro personalizado que hizo surgir una publicación. Por supuesto ninguna de las palabras y textos y reflexiones o posibles artículos que surgen a partir del encuentro de gente varía tiene copyright alguno. De hecho esto modo de relacionarse en el plano de la reciprocidad y la génesis colectiva de conocimiento no pretende más que articularse de tal modo que geste unos modos de relación que en permanente expansión. Tan sólo la filosofía que ampara el copyleft podría permitir este crecimiento en red. Las ideas surgidas pueden ser re-debatidas, re-apropiadas, re-interpretadas, trasegadas, trajinadas y re elaboradas, sólo estos infinitos “res” dan calidad a un trabajo de arte entendido como modo de relación.
En “Popup Bookstore Academy” red76 moverá una suerte de librería ambulante, nómada y azarosa. Puede surgir el popup en una carretera, en un paseo, en un bar, en un hotel, en un colegio, en un parque. El espacio público todo e incluso el espacio privado desvanecido de su privacidad por la abierta publicidad de todo lo que sucede en tal espacio de diálogo generativo, es susceptible de albergar estos salones móviles. Se trata al cabo de espacios de discusión, de debate, de opinión con un contexto social y político. Se invita a una suerte de salonniere por un día, a que hable de algún tema de interés común (¿y hay tema que no sea de interés común?). se instiga la conversación y se difunde, se expande en la web, en textos o en posibles artículos más especializados en los que se analice más profundamente alguna de als ideas surgidas en el debate. La conversación instiga un conocimiento en perpetuo movimiento. Este es el lema, y estas las acciones.
Ya que si es cierto que mientras los romanos debatían perdieron Sagunto, ocurre también que, cuando unos pocos deciden todo de acuerdo a sus afectos, se pierde la libertad y el bien común; ya que el carácter (ingenia) humano es demasiado débil para poder comprender todo de una vez; pero consultado, escuchado y debatiendo se hacen hombres más inteligentes y, después de usar todos los medios, descubren finalmente lo que quieren, y lo que todos aprueban, pero a lo que ninguno hubiera llegado por sí sólo”
Spinoza, TP; cap. 9, 14
[1] Craveri, Benedetta, La Cultura de la Conversación (p.409)
El salón de oposición de Madame des Loges, quien será finalmente exiliada… y en cuyo salón entre 1620 y 1629 se reunirá Malherbe, Guez de Balzac, Faret y Vaugelas…. Este era el Cercle de la rue de Tourton que cultivaba intereses no solo literarios, sino también de religión y política, y no ocultaban sus simpatías al Duque de Orleans, el hermano rebelde de Luís XIII. Será por esta su categorías de salón de Oposición la causa de que la Madame fuese enviada al exilio por orden del encanto de Richelieu.
[2] Mayéutica: En sentido figurado usase desde Sócrates para nombrar el arte con que el maestro, mediante su palabra, va alumbrando, en el alma del Discípulo nociones que este tenía en si, sin él saberlo.
[3] DARNTON, Robert: “Paris: the Early Internet”, The New York Review of Books. 29 Junio 2000. XLVII, 11, pág. 42.
[4] LA FOMTAINE, Jean de, “Discours à Madamme de La Sablière” en Fables, fábula IX, en Obras completas, Vol. I, pág. 383
[5] CRAVERI, Benedetta, La Cultura de la Conversación. Siruela. Madrid, 2003 (p.409)
[6] CLARAMONTE, Jordi: “Arte Colaborativo. Política de la Experiencia” (Nov. 2008) www.jordiclaramonte.blogspot.com
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